Sierra de Yelbes, cabeza de puente de la republicana hasta el 31 de marzo de 1937.
20 Febrero 2024
20 Febrero 2024
En octubre o noviembre del 2011, realizo esta expedición yo solo a la Sierra de Yelbes. Este artículo, en su parte, se publicó en mis comienzos, en una página que albergaba de todo un poco.
Después de mucho repasar y siendo un punto tan estratégico, era muy extraño que no existiera en ella algún tipo de vestigio, del tiempo que estuvo en manos de la república o después ya en manos franquistas o “nacionales”.
Sierra de Yelbes, al fondo, foto realizada desde la posición franquista de sierra de enfrente en las mismas trincheras de la misma.
Siendo mi curiosidad más fuerte que yo. Me coloco la mochila y para la Sierra de Yelbes, que dando el coche en el pueblo del mismo nombre, la extensión a explorar es grande, pero los ánimos son más, en la primera toma de contacto no encuentro nada que llame mi atención, pero ya de regreso por la otra ladera mirando a Sierra de Enfrente y Medellín, comienzo a divisar los montículos que caracterizan las posiciones, lo que antes eran parapetos, hoy son un montón de tierra y piedras, eso si bien situadas para una defensa y dominando todo el valle.
Un testimonio directo, José Pinilla, de esta posición, es un paisano mío, excombatiente, encuadrado en el ejército del centro, que cuenta con gran lucidez, un periodo de su vida en esas trincheras.
Cita: “La calma era casi total, en todo el tiempo que estuve destinado en la zona, llegando a intercambiar, tabaco, papel, etc. Un día de intercambio, baje yo, con tres compañeros más, con la intención de hacer el trueque, por dónde estando acercándonos, y siempre con la desconfianza de unos y otros, cuando suena una ráfaga de la máquina, desde nuestra posición, el tonto de turno, que se apoyó en ella, dando lugar a unos dos disparos, observando desde lo alto el truque, por parte republicana, nos acusan de romper el pacto y seguido sin más miramiento, por parte de ellos, disparos a doquier, por todos lados, por una parte, u otra, nosotros cuatro metidos en un agujero, sin poder sacar la cabeza, pues nos abatían, desde la parte de Medellín, allí estuvimos hasta entradas la noche, que al amparo de la oscuridad, pudimos regresar a nuestras trincheras. Desde aquel día, no se volvió a intercambiar nada, con nuestros vecinos, aparte de tiros, claro”.
José Pinilla.
Supuesto Barracón, dormitorio aún en pie.
Le comenté, que tengo fotos de los vestigios que aún quedan, extrañado, me comenta que quiera ver las fotografías, ya que para viajar y más moverse sobre el terreno, era ya muy mayor, pero me cuenta, al comentarle sobre sierra Yelbes, la cual la expondré más adelante, que una vez pasó en coche cerca de ella, divisando que aún estaba en pie el barracón donde dormían, cuando era destinado a esa zona.
Situación de los Frentes, en la Zona de Don Benito, Medellín.
¿Cómo no? Me encontré con un ganadero de la zona, muy amable, que después de contarle lo que estaba documentando, me confirman que aquellos montones los conoces de toda la vida (es joven) pero que no tenía idea de que pudiera ser una posición militar y menos de la Guerra Civil, le pregunto si existe alguna zona igual o alguna edificación de hormigón como nidos o búnker, con respuesta negativa por su parte y confirmando que la sierra la conoce a fondo, dado su oficio.
Los restos de los parapetos están bien situados en toda la ladera, en unos 500 metros de largo por 100 de ancho.
Detalle de los parapetos. Montículos de tierra que aparecen en la foto, están ya deteriorados por el paso del tiempo. Según los comentarios, estos montículos, en forma de balcón, eran rodeados de sacos terreros o piedras, para su fortificación.
En una distracción me topé de golpe con este alcornoque.
¿Pensé para mí?
Si pudieras contarme algo. ¿Qué me contarías? De seguro que fue testigo de todos los hechos que pasaron allí, por ello lo fotografié y lo expongo.
En el memorándum que expongo seguidamente, es sobre lo ocurrido el último día en la sierra de Yelbes, antes de ser tomada por las fuerzas franquistas.
Lo expongo, pues, aunque creo en lo que comenta, lo noto un poco adornado, por el poeta Miguel Hernández, pero es digno de darlo a conocer.
En el frente de Extremadura
Miguel Hernández
Frente Sur, nº 6. España, 8 de abril de 1937
En la sierra de Yelbes, frente a Santa Amalia, se halla repartido un grupo de unos treinta hombres. Amanece el día 31 de marzo con esperanzas de combate. La tarde anterior se ha visto desfilar por la carretera un gran número de camiones del enemigo procedentes de Mérida.
Los campesinos extremeños que defienden Medellín aguardan el ataque bien resuelto.
— Hoy tenemos tiros.
— Eso creo yo. Por allá parece que avanzan caballos.
— Preparad los fusiles.
— Somos treinta de Yelbes, y ellos son más de quinientos. ¿No los ves?
— Como cante bien mi fusil ametrallador, van a quedar muy pocos de esos quinientos.
Y Víctor esgrime su arma contra la luz de la mañana que comienza a clarear. Relumbran sus ojos más que ella. Se tiende detrás de una piedra y observa al enemigo ansiosamente. Los demás hacen lo mismo. Ninguno piensa esquivar el golpe que se avecina a pesar de haber reconocido la superioridad numérica de los fascistas. Uno de estos grita como debajo de la tierra:
—¡Apretaos mucha las cintas de las alpargatas, rojos, para correr!
Víctor ve venir por La Alameda una gran masa de caballos. Por la parte izquierda de Santa Amalia otra, y detrás un batallón de infantería. La gana de destrozarlos a todos se les nota en la dureza de la boca.
—¡Ya están ahí! ¡Fuego con ellos!
Los treinta campesinos, como uno solo, descargan sus fusiles. Los doscientos caballos que galopaban a coronar la pequeña sierra de Yelbes, retroceden con sus doscientos jinetes. La infantería que le sigue también retrocede. Durante cinco horas, con las municiones contadas, los veintinueve fusiles y el ametrallador, manejados por unos hombres dispuestos a todo, contienen las insistentes arremetidas del enemigo. Víctor es el primero en advertir que la munición se agota. Multiplica su arma yendo de una piedra a otra, disparando desde varios puntos casi al mismo tiempo para que el enemigo crea que son varios los fusiles ametralladores que le acosan.
La retirada es obligada, y Víctor es quien cubre las espaldas de sus compañeros. Cerca de cuatro mil cartuchos salen disparados de su mano. Cuando ya no dispone de ninguno, se deja rodar sierra abajo, perseguido muy de cerca por los fascistas de a caballo. En la orilla del Guadiana se muerde rabioso los puños mirando la sierra que ha tenido que abandonar.
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