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Un Viaje a los Frentes Olvidados. La Sagazuela. Los Argallanes. Zalamea de la Serena.

25 Abril 2025
25 Abril 2025

He estado revisando carpetas y me he encontrado con esta documentación que hicimos en la posición de La Sagazuela, una zona que, si no recuerdo mal, forma parte del término municipal de Zalamea de la Serena. La tenía un poco olvidada.
Nos desplazamos allí en 2009 y estuvimos documentando parte de la zona, donde localizamos muchas trincheras. En aquel momento, la búsqueda era casi frenética: veías una zanja en zigzag en el Sigpac e íbamos rápidamente hacia ella. La experiencia allí fue muy grata. Nos llevó tres visitas, y siento que debemos volver, ya que nos quedó mucho por fotografiar. Inicialmente, no sabíamos si esas trincheras pertenecían al bando republicano o al sublevado.
Sin embargo, poco a poco, el panorama se va haciendo más claro. Intento hacer el trabajo de la mejor manera posible y, tras la comprobación, puedo afirmar que esta trinchera, y la documentación que aún tengo que presentar, pertenecen al bando franquista o sublevado, situándose temporalmente después de la primera batalla de los Argallanes.
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Tras llevar a cabo una investigación, puedo confirmar que se trata de posiciones franquistas, establecidas en este punto después de la ofensiva de la Primera Batalla de Sierra Argallén, que tuvo lugar entre el 12 y el 20 de junio de 1937. A continuación, expondré las fotografías de estas posiciones, tomadas en 2009, y complementaré la información con un resumen del desarrollo de dicha batalla. La cantidad de anécdotas recogidas en libros y la información que he consultado es considerable, y aún queda mucho por investigar. Estoy convencido de que, con el tiempo, saldrán a la luz más datos, pues 'el tiempo es hijo de la verdad'.
Por todo ello, creo que este artículo cobra especial valor al presentar las fotografías acompañadas de sus historias comentadas."

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Contexto —La primera batalla de la Sierra de Argallén tuvo lugar en junio de 1937, siendo el 12 de junio de 1937 una fecha clave en la que la 109ª Brigada Mixta republicana recibió su "bautismo de fuego" en combate en la Sierra de los Argallanes, cerca de Higuera de la Serena (Badajoz).

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Contexto —Entre el 8 y el 10 de junio de 1937, la 1ª Brigada Mixta Legionaria “Flechas Azules” sublevada fue trasladada a la zona de Campillo de Llerena (Badajoz). El objetivo de esta brigada era participar en una de las primeras acciones para cerrar parcialmente el “entrante de La Serena” y contrarrestar el “Plan P” republicano.

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En estas dos fotografías, podemos apreciar con detalle una posición defensiva característica de la época, compuesta por un parapeto claramente visible y una trinchera parapetada.
El parapeto serviría probablemente como protección inicial contra el fuego enemigo, permitiendo a los defensores observar el frente y disparar con una cobertura básica. La trinchera parapetada, por su parte, ofrece un refugio más completo y un puesto de tiro más seguro, excavada en el terreno y reforzada con material (tierra, sacos, piedras, etc.) para elevar el nivel de protección por encima del suelo.
Según la información disponible o la evidencia que se desprende de las imágenes, esta estructura militar se mantuvo en el estado que se observa en las fotos hasta el mes de julio de 1938.
Esta fecha es particularmente significativa en el contexto de la Guerra Civil Española, un periodo de intensos movimientos y batallas. El hecho de que la posición se mantuviera inalterada hasta entonces sugiere varias posibilidades:
  1. Estabilidad del Frente: La línea del frente en esta zona específica podría haber permanecido relativamente estática hasta julio de 1938.
  2. Preparativos o Consolidación: La posición podría haber estado activa y mantenida como parte de una línea defensiva clave, quizás preparándose para una ofensiva o resistiendo la presión enemiga hasta esa fecha.
  3. Cambio Drástico: El mes de julio de 1938 (coincidiendo, por ejemplo, con el inicio de la crucial Batalla del Ebro u otras operaciones militares) pudo haber marcado un punto de inflexión para esta posición. abandonada o significativamente modificada a partir de ese momento, debido al avance de las tropas franquistas.
Las fotografías, por lo tanto, capturan un instante en el tiempo de esta posición defensiva, documentando su estado justo antes de un periodo que, muy probablemente, trajo consigo cambios fundamentales en su función o existencia.

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Captura de pantalla 119

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Contexto —La acción tenía como objetivos las sierras de Ávila, Lázaro y Argallén, con la misión de consolidar las débiles posiciones del sector, dominar el acceso a la comarca de La Serena y avanzar hacia el río Guadámez.

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En estas dos fotografías, se observan con claridad dos tipos distintos de estructuras de trinchera, que nos ofrecen una valiosa perspectiva sobre las técnicas defensivas empleadas.
Por un lado, se aprecia una trinchera con trazado en zigzag. Este diseño no es casual; su configuración angular está específicamente concebida para minimizar el impacto destructivo del fuego enemigo, tanto de artillería como de ametralladoras, al evitar que un proyectil o ráfaga barra longitudinalmente toda la línea de trinchera, protegiendo así a los defensores.
Por otro lado, se muestra una trinchera tipo parapeto, notablemente construida o reforzada con piedra (mampostería). La elección de la piedra, con su distintivo color pétreo, sugiere una estructura más permanente y robusta en comparación con las trincheras meramente excavadas en tierra o reforzadas con sacos terreros. Este tipo de construcción no solo proporcionaría una excelente protección frontal, sino que también delimitaría claramente la posición.
Un aspecto crucial que se destaca es la impresionante visibilidad de la que gozaban originalmente ambas posiciones defensivas. Estaban estratégicamente ubicadas para dominar un amplio sector del terreno circundante, permitiendo la detección temprana de movimientos enemigos y ofreciendo un campo de tiro despejado. Esta capacidad de observación era fundamental para su eficacia como punto de defensa.
Sin embargo, tal como se constata en la actualidad, el crecimiento de la vegetación, particularmente los árboles y la flora que han proliferado delante de las trincheras con el paso del tiempo, ha alterado drásticamente el paisaje original. Como consecuencia, la visibilidad que caracterizaba a este punto defensivo en su momento de uso ya no se aprecia con la misma amplitud y claridad. Esto dificulta que el observador actual pueda dimensionar completamente la ventaja estratégica que ofrecía la ubicación y diseño de estas trincheras cuando el paisaje estaba despejado de la densa vegetación actual.
Las fotografías, por tanto, no solo documentan las estructuras, sino también el contraste entre el pasado funcional de la posición y el presente en el que la naturaleza ha reclamado el espacio, enmascarando una de sus características defensivas más importantes: la visión del frente.

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Esta fotografía nos ofrece una perspectiva particularmente significativa, capturando al propio autor del artículo y responsable del sitio web inmerso en el entorno de una de las numerosas trincheras que forman parte de esta extensa posición defensiva.
La imagen sitúa al autor físicamente dentro del contexto histórico que investiga y documenta, explorando in situ los vestigios de la historia. Es un testimonio visual de su conexión personal con el lugar y el tema.
Observar la fotografía también evidencia, de manera natural, una apariencia más juvenil del autor en el momento en que fue tomada. Este detalle, aparentemente simple, sirve como un elocuente recordatorio del ineludible paso del tiempo.
Ver al autor en este contexto, en una etapa anterior de su trayectoria, resuena profundamente con la sabia reflexión: "tiempo pasado, tiempo vivido". Esta frase encapsula no solo el transcurso de los años, sino también la acumulación de experiencias, el aprendizaje, la dedicación a proyectos y la propia evolución personal que conforman la historia individual de cada uno.
La fotografía, por tanto, va más allá de ser un mero retrato; es una instantánea que documenta tanto el lugar histórico como el recorrido personal del individuo dedicado a preservarlo y difundirlo, vinculando la historia del sitio con la propia historia vivida por su autor. Pepe Pecero.
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En estas fotografías, se observa una estructura que suscita un interesante debate sobre su función original. A primera vista, podría interpretarse como un puesto de mando o, alternativamente, una chabola destinada al alojamiento de la tropa.
Sin embargo, un análisis más detallado de su diseño interno inclina la balanza hacia la hipótesis de que se trataba de un puesto de mando. Se distingue un habitáculo diferenciado a la entrada, que podría haber funcionado como un pequeño acceso o antecámara, y una estancia posterior, más resguardada, que sugiere ser una habitación o despacho. Esta división espacial implica una organización y un propósito más allá del simple refugio colectivo, apuntando a un lugar de coordinación y planificación dentro de la línea defensiva.
La primera de las imágenes añade un elemento personal y temporal, ya que en ella reconocemos la presencia de nuestro amigo Miguel. Al igual que en otras ocasiones documentadas en estas exploraciones históricas, se le aprecia con una apariencia más juvenil, un recordatorio visual del tiempo transcurrido desde que fue tomada la fotografía durante uno de aquellos múltiples viajes dedicados a la investigación y documentación de las zonas de los frentes históricos.
Asimismo, destaca su peculiar vestimenta, un rasgo personal que siempre lo diferenciaba y lo hacía fácilmente reconocible en aquellas expediciones. Su indumentaria, probablemente elegida por su funcionalidad y estilo personal, se convirtió en parte de su identidad como explorador de estos escenarios de conflicto.
Así, esta fotografía no solo documenta una posible estructura de mando en una posición defensiva, sino que también captura un momento en el tiempo de la labor de campo, con la presencia característica de Miguel, vinculando el estudio del pasado con las experiencias personales vividas en el proceso de su descubrimiento y difusión.

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Contexto —Quien atacaba era la Brigada “Flechas Azules”, mientras que los batallones republicanos 434º y 436º de la 109ª Brigada Mixta defendían las posiciones.

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Permítanme hacer una mención especial a la figura que aparece en la fotografía: nuestro querido amigo Miguel.
Miguel ha sido, y sigue siendo, mucho más que un mero acompañante; es un compañero inseparable de caminatas y aventuras. Es en esos días de búsqueda sobre el terreno, explorando juntos los vestigios de la historia y desentrañando los secretos de los frentes, donde la amistad se ha forjado y fortalecido con el paso del tiempo.
Una amistad genuina, construida sobre vivencias compartidas. Pero son precisamente esas experiencias, tanto las fáciles como las desafiantes, las que han dado lugar a incontables anécdotas que atesoramos y que jalonan estos años de exploraciones conjuntas. Historias que, sin duda, no son pocas.
Por todo ello, desde estas líneas, brota un sincero y profundo ¡Gracias, amigo Miguel!. Gracias por estar siempre ahí, una presencia constante y leal que acompaña y enriquece cada una de mis andanzas en este apasionante recorrido por la historia y el territorio. La amistad forjada en el camino es, sin duda, uno de los mayores tesoros de esta aventura.

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Contexto —Desarrollo de la batalla (principalmente los días 12 y 13 de junio de 1937):
12 de junio: A las cuatro y media de la madrugada, los efectivos republicanos del 436º Batallón de la 109ª BM, situados en una loma, fueron sorprendidos por un fuerte ataque del ejército franquista, en el que se encontraba Andrés Gutiérrez Martín

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Estas dos fotografías nos ofrecen una visión detallada de los flancos o laterales que definen la extensión y configuración de la posición defensiva. Cada imagen capta un aspecto distinto de cómo esta fortificación se integraba o interactuaba con el terreno circundante.
Uno de los laterales, asociado a la cercanía de un camino y conocido específicamente en la zona como "El Valle de Córdoba", marca uno de los límites geográficos de esta área fortificada. Esta denominación local ancla la posición en un punto geográfico concreto, importante para comprender su ubicación estratégica en relación con las vías de comunicación o elementos del terreno.
En el otro flanco, la imagen nos muestra una posición de parapetos claramente visibles. Este tipo de estructura defensiva, consistente en elevaciones de tierra o material para proteger a los defensores, era muy característico y extendido en las posiciones documentadas en la zona franquista durante la Guerra Civil.
Aunque en la actualidad no existen los sacos terreros en la cima de estos parapetos, era una práctica constructiva muy normal y estándar en todas las posiciones franquistas que se han documentado. Estos sacos, rellenos de tierra o arena, se colocaban habitualmente para aumentar la altura efectiva del parapeto y mejorar su capacidad para absorber el impacto de proyectiles. Es altamente probable que estos parapetos estuvieran originalmente coronados por ellos, aunque el paso del tiempo y la naturaleza hayan hecho desaparecer este material orgánico.
Tal como se observa con gran claridad en las fotografías, estos parapetos se extienden de manera formidable, adaptándose y utilizando eficazmente toda la ladera de la Sierra. Se aprecian como notables elevaciones o montones de tierra que siguen la línea del relieve, integrándose en el paisaje y creando una barrera defensiva continua.
La magnitud y relativa buena conservación de estas obras son tales que, incluso hoy en día, aún son perfectamente discernibles desde fotografías satelitales, lo que subraya la escala del esfuerzo de fortificación realizado en este punto y su perdurabilidad como vestigio histórico en el territorio.

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Contexto —El ataque franquista comenzó tras un importante bombardeo aéreo y fuego de artillería, seguido por el avance de la infantería y caballería a través de un campo de encinas. El objetivo era atacar las posiciones republicanas en las sierras de Ávila, Lázaro y Argallén, siendo Retamal de Llerena zona franquista e Higuera de la Serena zona republicana.

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Debo confesar que, en aquel momento de nuestras primeras exploraciones en esta posición (particularmente alrededor del año 2009), sentía una cierta decepción al constatar la ausencia de fortificaciones construidas con hormigón armado.
Las estructuras que documentamos y que aquí mostramos se basaban, casi en su totalidad, en trabajos de ingeniería de campaña excavados directamente en la tierra: extensas trincheras de trazado en zigzag, diseñadas para la protección lateral; trincheras parapetadas, reforzadas con el material extraído del terreno; y, presumiblemente, también parapetos más simples que definían puestos de tiro básicos.
Cuando me refiero a la expectativa del “hormigón”, mi mente buscaba nidos de resistencia o refugios blindados de hormigón armado: esas estructuras robustas y permanentes, concebidas para soportar el fuego directo de la artillería y la aviación, que a menudo se asocian con las defensas más “importantes” o “duras”.
En aquel entonces, mi comprensión de la fortificación militar era aún incipiente. No llegaba a entender del todo la importancia táctica y el esfuerzo logístico que representaban las estructuras que teníamos ante nuestros ojos. Simplemente, nos limitábamos a tomar fotografías de lo que, por intuición, identificábamos como "una posición defensiva buena" o un "punto defensivo" relevante en el terreno, sin valorar en su justa medida cada elemento.
Con el paso de los años, la acumulación de experiencia en el estudio de estos vestigios y una comprensión más profunda de las realidades de la guerra de posiciones, he llegado a reevaluar completamente aquella percepción inicial. Ahora comprendo que las fotos que tomaba con una velada sensación de "falta de algo más grande" documentaban en realidad los componentes esenciales de una línea defensiva operativa.
Aquellas imágenes capturaban la realidad de nidos de ametralladoras construidos con simples, pero efectivos parapetos, la vital red de trincheras parapetadas que permitían el movimiento y la protección, los pozos de tirador individuales, los asentamientos de chabolas que daban cobijo a la tropa y los puestos de mando que coordinaban las operaciones.
La ausencia de hormigón, lejos de restarles importancia, subraya la naturaleza, quizás más rápida o menos costosa, de su construcción, sin menoscabar su relevancia táctica en el contexto específico de este sector del frente. Aquellas "simples" estructuras de tierra son, hoy lo entiendo, tan cruciales para documentar y comprender la historia militar del lugar como lo serían los búnkeres de hormigón, narrando una historia diferente, pero igualmente vital de la vida y la lucha en la línea del frent

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Contexto —En cuanto al periodo del 14 al 20 de junio de 1937, los documentos proporcionados mencionan que los días 14 y 15 el 436º Batallón estuvo de guarnición en campaña y reorganización. El día 19, parte de las fuerzas del 436º Batallón fueron destinadas a servicio de trinchera en la Sierra de Argallén, agregadas al 4º Batallón de la 63ª Brigada Mixta. No se encuentran en las fuentes detalles específicos sobre grandes enfrentamientos en la Sierra de Argallén entre el 14 y el 20 de junio de 1937, aunque sí se constata la continuidad de la presencia de tropas republicanas en la zona.
La primera batalla de Argallén se considera un momento significativo, marcando el "bautismo de fuego" de la 109ª Brigada Mixta y el inicio de una serie de enfrentamientos en esta zona estratégica del frente extremeño.

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Durante nuestras recientes exploraciones en la zona de La Sagazuela, en el transcurso de tres visitas dedicadas a la búsqueda de vestigios de la guerra civil española en nuestra provincia, tuvimos un hallazgo que nos llenó de gran emoción. Para nuestra sorpresa, dimos con una vaina de Máuser.
Al encontrarla, la emoción fue instantánea. La recogimos con cuidado, conscientes de estar manipulando un fragmento de historia. Procedimos a examinarla detenidamente. En la base, en la parte de atrás donde se encuentra el percutor, pudimos leer claramente una inscripción reveladora: "PS 1937". Como muchos sabéis, esta marca corresponde a Pirotécnica de Sevilla y el año 1937, un dato preciso que nos sitúa directamente en aquel turbulento periodo del conflicto.
Tras documentarla y admirarla, la guardamos con gran aprecio, considerándola un pequeño tesoro histórico. Posteriormente, se la confiamos a nuestro amigo Miguel, quien se la llevó a casa para custodiarla. Y bueno, ahí está. Esperemos que algún día reaparezca, porque curiosamente, hace poco quise verla de nuevo y al pedírsela, resultó que no lograba encontrarla en ese momento. Son esas cosas inesperadas que a veces ocurren.
Llevamos años, incluso décadas, recorriendo estos campos y parajes de nuestra tierra, inmersos en la búsqueda y recuperación de los vestigios de la Guerra Civil. Por eso, es particularmente llamativo y, sí, curioso, que después de tanto tiempo de exploración, hayamos hecho un hallazgo como esta vaina de fusil máuser en relativamente buen estado.
Pero ese no fue el único hallazgo relevante en estas visitas. También dimos con algo de mayor envergadura y peligro: una bomba de mortero que se encontraba enterrada en el terreno. Ante un descubrimiento de esta naturaleza, la seguridad es la máxima prioridad. Por supuesto, actuamos con la responsabilidad que exige la situación: señalizamos la zona de inmediato y contactamos con los TEDAX (Técnicos Especialistas en Desactivación de Artefactos Explosivos) para que se hicieran cargo de su neutralización de forma segura.
Afortunadamente, tenemos la suerte de no haber tenido incidentes directos en nuestras búsquedas, precisamente porque somos muy conscientes del peligro que entrañan estos vestigios. La verdad es que los artefactos explosivos sin detonar (conocidos también por sus siglas en inglés como UXO, o AESS en español) tienen un peligro añadido y latente que no se puede subestimar, incluso después de tantos años. Es fundamental saber identificarlos, jamás manipularlos y avisar siempre a las autoridades competentes (Guardia Civil, en contacto con los TEDAX) para que procedan a su retirada o desactivación. Nuestra pasión por la historia no debe ponernos en riesgo.
José Pecero Merchán.

Memorandums.

Publicado el 14 julio, 2021por fernandobarreroarza. Incorporación del quinto Francisco Buj al frente extremeño desde Alcañiz (Teruel), junio de 1937
Fernando Barrero Arzac Lucha por la dignidad de los desaparecidos durante la Guerra Civil Ir al contenido Inicio
Esta pequeña historia de los combates acaecidos durante los últimos días de la primavera de 1937 en el frente extremeño, comienza con la llegada de un soldado de las quintas, y engarzará con la primera acción de armas en la que se vieron involucradas, la 109ª Brigada Mixta republicana y la 1ª Brigada Mixta “Flechas Azules” sublevada, sobre las montaraces sierras. Además, nos mostrará el recorrido que debían atravesar los soldados republicanos que se incorporaban al frente desde las poblaciones donde les concentraban en los centros de reclutamiento.
Las vicisitudes que conducen esta corta introducción, son los hechos narrados en las memorias inéditas del escribiente de las compañías del 436º Bon, el turolense de Mirambel Francisco Buj Pastor.
A pesar de que, a Francisco, en julio de 1936, hacía seis meses tan solo que le habían licenciado como escribiente de la unidad de Pontoneros de Zaragoza tras su servicio militar obligatorio, en la primavera de 1937 le conminan nuevamente, a presentarse en la Caja de reclutas de Alcañiz (Teruel); allí por lo visto, algunos miembros de una columna de la CNT-FAI intentan integrarlo en sus milicias junto a otros nuevos soldados, pero escudándose en que “el llamamiento del Gobierno es tajante y a él nos debemos” es incluido en la lista de embarque que en la orden se le había designado, para dirigirse a la unidad que le había correspondido junto con tres combatientes más.
Plana Mayor del 436º Batallón de la 109ª Brigada Mixta, 1937. Foto cedida por Luis Pérez Gallego.
Se trasladan en tren hasta Alcázar de San Juan (Ciudad Real), y cuando llegan coinciden con bombardeos sobre los depósitos de CAMPSA de la ciudad. Continúan su viaje y por fin llegan a Extremadura y, en la Comandancia de Cabeza de Buey (Badajoz), les dicen que su brigada ya está actuando en el frente. Durante su estancia coinciden con un nuevo bombardeo de aviones Junkers enemigos sobre el pueblo. Desde el mismo, otra vez en tren, llegan hasta Quintana de la Serena (Badajoz). Se presentan en el ayuntamiento para recibir su alojamiento. Francisco tiene dañado un pie que le imposibilita hasta para poder caminar, es curado, y se repone durante tres días en casa de la familia donde reside. En cuanto estuvo mejor, anduvo solo en dirección a su destino.
Cuando a mediados de junio de 1937 “aprieta ya el calor de la mañana por estos lares”, tiene conocimiento de que una ambulancia parte hacia Higuera de la Serena (Badajoz) con heridos, y pregunta a dónde los llevan, y si pertenecen a su brigada; le indican que “son de la 63ª Brigada. La tuya está más a la derecha de la sierra”, le responden. A la derecha de la dirección Quintana de la Serena-Higuera de la Serena se encuentra la población de Zalamea de la Serena. Oye hablar acerca de morterazos, artillería y tableteo de ametralladoras en la zona donde se tiene que presentar. “Un comisario me indica que las compañías en depósito adonde me dirijo están en un vivac cerca de la carretera, como a dos leguas”.  Le insta a presentarse urgentemente, y Francisco, aún no restablecido del todo, cruza trigales, toma atajos… hasta que llega a su destino. Allí se encuentra bajo unas encinas con soldados anarquistas, y a uno que duerme, lo despierta y le pregunta: “¿Sois de las compañías en Depósito? Sí, contesta malhumorado”. Resulta ser un primo suyo llamado Esteban Albero, de Villalba (Teruel). Este, además, le dice:
“- Mira, Paco; aquí somos todos de Aragón. Hay quintos de Cuevas Labradas, Tortajada, Caspe, Alcañiz y de muchos pueblos más”.
Había llegado a su puesto en el frente, “nuestras compañías en Depósito, de la 109ª Brigada Mixta”. La brigada tenía acondicionado un vivac donde reunía a los nuevos reclutas para ejercitarles, durante una temporada, en la instrucción militar. Para este cometido eran destinados también jefes y oficiales que se encargaban de formarlos. Así por ejemplo el día 9 de junio, marchaba desde el pueblo de Mengabril (Badajoz), donde se encontraba de guarnición el 433º Bon, el teniente de la 4ª Cia, Ernesto Gomar Cairols, a la Plana Mayor de la Brigada en Zalamea de la Serena como instructor. Y el día 28 de junio, el mayor jefe del 436º Bon, Roberto Cereceda, tras los combates de los días anteriores en la Sierra de Argallén, cerca de Higuera de la Serena, cesa al mando del mismo, que se encontraba en Malpartida de la Serena, para marcharse y ocupar el puesto como Inspector de reclutas, en el mismo vivac de Zalamea de la Serena.
Primera escaramuza y movimientos de aproximación previos del Ejército republicano
Poco después de su llegada a la compañía de Depósito, ese mismo día:
«Se hizo la hora de la comida.» No pudieron darnos plato ni cuchara; muchos estábamos sin ello, temporalmente. Un trozo de cántaro, tirado al lado de una alberca próxima, hizo las veces para albergar un cazazo de arroz compacto. ¿La cuchara? El amigo Marcos, de Cuevas Labradas, me fabricó una en un santiamén, de la corteza de la encina, a punta de su navaja, que compró en la estación de Albacete, dijo, pa lo que sea menester.
Instrucción de los nuevos reclutas de la Brigada. Fuente: ABC.es. 19 junio 1937.
Buenísima la carne asada; aunque dura, dimos buena cuenta de ella; no quedó otra tanta para cenar.
– El ganáu d´aquí no es como el de nuestra tierra, se excusó Marcos. Además, solo nos quiso vender el pastor una modorra.
Yo pensaba en el amigo miedoso. No le preocupaba ya nada.
Se hizo la hora de la instrucción. El sargento Gabaldón, de Cieza él, me incorporó a la formación; malditas las ganas que yo tenía de hacerla; el pie aún me dolía algo.
-¡¡Cuerpo a tierra!! Un caza ametrallando el vivac me recordó con más clarividencia al amigo caído para siempre y, arrastrándome hasta la encina próxima, esquivé, durante el cuarto de hora que duró su heroica misión, esquivé las ráfagas colocándome de pie detrás del árbol y dando vueltas a su tronco, al abrigo de las balas. ¡¡Buena instrucción!!».
Esta acción de guerra con la que se encuentra nada más llegar al vivac, se circunscribe en la serie de combates que se conocieron como Primera batalla de Argallén.
Las unidades de la 109ª Brigada, durante los primeros días de junio, se encontraban prestando servicios de instrucción y cumplimentando el programa militar en Don Benito (434º Bón y 435º Bón), y el 436º Bón se había trasladado hasta el vivac de Villanueva de la Serena, donde había quedado de guarnición. Las fuerzas del 435º Bón, posteriormente, también lo hicieron a pie, encargándose del desplazamiento de la cocina y demás material, los camiones de la Brigada.
El 434º Bón[5], el 3 de junio, destaca una sección de la 4ª compañía, al mando del teniente Enrique López Mendía, al puesto de Mando de la Brigada, situado en el lugar denominado Quinto del Rebollo, quedando el resto del Batallón realizando los servicios de instrucción propios del plan de campaña en Don Benito
El día 4, el 436º Bón, en virtud de orden manuscrita del jefe de la Brigada, Luis Pedreño Ramírez, al mando de su mayor jefe, se trasladó al vivac de Zalamea de la Serena, donde quedó acampado.
A las seis horas del día 5, el 435º Bón[6] emprende la marcha con todos los elementos, en camiones de la compañía del Cuerpo de Tren, llegando a primera hora de la tarde al vivac de Zalamea de la Serena. El día 9, el mismo batallón, desde allí, emprende la marcha a la localidad de Valle de la Serena, haciéndose el transporte en camiones. Acto seguido de la llegada a Valle, se cubren los destacamentos asignados a la unidad. En el casco urbano, permanecen, la 1º compañía y 4 máquinas ametralladoras, la Plana Mayor, la sección de Sanidad y la de Zapadores; las posiciones en el cortijo Tamburrero, las cubren la 3ª Compañía y 2 máquinas; los alrededores de la Mina, lo ocupan la 2ª compañía y 2 máquinas; el lugar de Castilrubio, la 4ª Compañía; el Puesto del Mando del Batallón, queda instalado en Valle de la Serena.
El día 10 de junio, el 436º Bón[7], al mando de su jefe, Roberto Cereceda Gutiérrez, emprendió la marcha hasta Higuera de la Serena, en cuyo pueblo vivaqueó.
El día 11 de junio, todo el 434º Bón, se traslada a las inmediaciones del pueblo de Zalamea de la Serena, donde pernocta, emprendiendo, otra vez, la marcha al día siguiente, pasando este Batallón a ocupar la primera línea de fuego sobre el cerro de Argallén, donde fueron hostilizadas dichas fuerzas por el enemigo, hasta la mañana siguiente.
Por su parte, el 436º Bón, durante ese mismo día, prosiguió su marcha a pie, al objeto de relevar al 3º Batallón de la 63ª Brigada Mixta que guarecía las posiciones de Sierra de Ávila y las de Argallén alto y bajo, efectuándose dicho relevo a las seis de la madrugada.
Brigada Mixta Legionaria “Flechas Azules”
Mandos de la Brigada «Flechas Azules» en Campillo de Llerena (Badajoz). 12 de junio 1937. Fuente fotográfica: Complejo museístico Guerra Civil en Campillo de Llerena (Badajoz).
Las unidades enemigas que rodeaban las sierras, pertenecían a la Brigada Mixta Legionaria “Flechas Azules”, que había sido constituida el 1 de febrero de 1937 en Sevilla, con una estructura y composición basada en el modelo de la Brigada Mixta “Flechas Negras”, creada el 11 de enero de 1937 en Badajoz.
La Brigada Mixta “Flechas Azules” se numeró como 1ª, aunque cronológicamente se hubiese creado más tarde que la “Flechas Negras” que quedó como 2ª, constituyéndose con dos regimientos de tres batallones cada uno y cuatro compañías cada batallón del siguiente modo:
1ºRegimento:
1º Batallón “Cerro Toro”.
2º Batallón “Sierra Lazaro”.
3º Batallón “Sierra Alteruela”.
2º Regimiento:
1º Batallón “Sierra Avila”.
2º Batallón “Sierra Argallén”.
3º Batallón “Maggiore Roccio”.
Batallón de Asalto
Batallón de Ametralladoras.
Regimiento de Artillería.
Compañía de ingenieros.
Compañía de transmisiones.
Unidad de Servicios.
Contaba con unos efectivos de 5.000 hombres, donde los italianos aportaban los oficiales, el personal técnico y el armamento y los españoles aportaban las tropas. La excepción eran los batallones de Artillería y Asalto, cuyos componentes eran en su totalidad, al menos en principio, italianos. Al frente de la Brigada Mixta se colocó al coronel Mario Guassardo, alías Gusberti.
Desde marzo de 1937, la Brigada permaneció repartida entre las localidades de Almendralejo, Villafranca de los Barros y Los Santos de Maimona, donde se completa la organización con la incorporación de la tropa española y su correspondiente instrucción. El 6 de abril de 1937, la unidad es trasladada cerca de Azuaga para participar en la ofensiva de Pozoblanco como refuerzo ante la falta de reservas y el desgaste de las tropas franquistas, entrando por primera vez en combate el 14 de abril en el sector de Fuenteovejuna. En estos combates se registra la pérdida de siete italianos, entre los 18 muertos y seis desapariciones sufridas.
Entre el 8 y el 10 de junio, la Brigada es trasladada hasta la zona de Campillo de Llerena con el objetivo de participar en una de las primeras acciones para cerrar parcialmente el “entrante de La Serena” y diluir en lo posible la amenaza que supone el “Plan P” republicano a través de un movimiento combinado en pinza desde el frente de Guareña al Norte y Retamal-Campillo al Sur.
Brigada «Flechas Azules» en Campillo de Llerena (Badajoz). 12 de Junio de 1937. Fuente fotográfica: Complejo museístico Guerra Civil en Campillo de Llerena (Badajoz).
La acción tendrá como objetivo las sierras de Ávila, Lázaro y Argallén, con el objetivo de consolidar las débiles posiciones del sector y dominar con su conquista el acceso a la comarca de La Serena. Además, facilitar la mencionada operación de penetración por el área de Guareña-Valdetorres hacia el río Guadamez.
La operación, conocida como la Primera batalla de Argallén, será llevada a cabo íntegramente por la 1ª Brigada y apoyada por las unidades de la 2ª Brigada de la 21ª División franquista presentes en la zona y defensora de este sector del Frente. Gracias a esta operación se consolida el Frente Este de Campillo de Llerena al ocupar las posiciones de Mingorrubio y Canta el Gallo. Desde este punto a Granja de Torrehermosa el frente franquista quedará al sur de las sierras de Acebuche, Sierra Quemada y Madroño, ocupadas por la República, y será cubierto con 5 escuadrones de caballería.
Operaciones militares.
Por órdenes recibidas desde la Jefatura de la Brigada, el 434º Bón, el día 12 de junio, pasa a ocupar la primera línea de fuego sobre el cerro de Argallén, donde fueron hostilizados por el adversario, hasta la mañana siguiente.
Situadas también, las fuerzas del 436º Bón, en los sitios más estratégicos, las posiciones de Sierra de Ávila y Argallén alto y bajo, con el fin de cubrir lo mejor posible el extenso frente que se le asignó, se ven sorprendidas por un fuerte ataque del enemigo a las cuatro y media de la madrugada. Provisto el enemigo del más moderno material bélico, aviación, artillería de todos los calibres y morteros, y en cantidad muy superior en número a las fuerzas leales, es, no obstante, detenido su impetuoso avance durante más de dos horas, hasta que, imposibilitados para resistir por más tiempo, y habiendo llegado en la lucha al cuerpo a cuerpo, se organiza el repliegue republicano hasta la línea de resistencia. Los continuos intentos del enemigo por realizar un movimiento envolvente con parte de su infantería y fuerzas de caballería, protegidos por intensos bombardeos de la aviación y artillería, fueron desechos por la heroica resistencia de todas las compañías del 436º Bón, que, replegadas a la antedicha línea de resistencia a las nueve de la mañana, los detuvieron de nuevo, haciéndoles retroceder hasta las que habían sido posiciones avanzadas propias. Situada nuevamente la vanguardia del 436º Bón en estas posiciones y reforzadas durante las primeras horas de la tarde por tropas del 434º Bón y de la 16ª y 63ª Brigadas Mixtas, resisten todos los ataques enemigos y bombardeos de la aviación.
El adversario contra el que se enfrentaban este 12 de junio de 1937, la 109ª Brigada, era la Brigada Mixta Legionaria “Flechas Azules”, que realizó su primer ataque en la zona de Campillo a las posiciones republicanas, sumando un total de cinco fallecidos y treinta heridos.
Andrés Gutiérrez Martín de Gerindote (Toledo) fue encuadrado en la 1ª Brigada Mixta “Flechas Azules”. Esta contaba, como ya se ha reflejado más arriba, con 5.000 hombres, repartidos en dos regimientos de infantería, un batallón de asalto y una agrupación de infantería, donde los italianos aportaban los oficiales, el personal técnico y el armamento y el ejército de Franco la tropa, en la que se encontraba Andrés.
Al frente de la Brigada se había colocado al coronel Mario Guassardo, alías Gusberti. Entre los españoles de la Brigada, había soldados de reemplazo reclutados en las zonas ya liberadas por Franco. También había guardias civiles y voluntarios de Falange, muchos de ellos camisas viejas —la mayoría nativos de las provincias de Cáceres y Badajoz— que preferían luchar en el frente antes que hacer labores de depuración en la retaguardia. Por su parte, los italianos procedían de los “Camisas Negras de la Milicia Voluntaria para la Seguridad Nacional”. El lema de la unidad era “Agredir para vencer” y su distintivo el yugo y las flechas de Falange, aunque el uniforme y demás pertrechos eran italianos.
Entre el 8 y el 10 de junio de 1937, la Brigada había sido trasladada hasta la zona de Campillo de Llerena con el objetivo de participar en una de las primeras acciones para cerrar parcialmente el “entrante de La Serena”. La acción tendrá como objetivos las sierras de Ávila, Lázaro y Argallén, con la misión de consolidar las débiles posiciones del sector y dominar con su conquista el acceso a la comarca de La Serena y penetrar hacia el río Guadamez. En definitiva, quien atacaba era la Brigada a la que pertenecía Andrés y quienes defendían posiciones eran los batallones republicanos 434º y 436º de la 109ª Brigada Mixta. En la Sierra de Argallén fue donde las tropas nacionales cosecharon el mayor número de bajas, pero también de éxitos militares, hasta el punto de que la batalla fue bautizada como “Primera batalla de Argallén”.
Andrés Gutiérrez Martín de Gerindote (Toledo) fue encuadrado en la 1ª Brigada Mixta “Flechas Azules”. Fotografía cedida por su sobrino Juan Antonio Morales Gutiérrez.
Andrés Gutiérrez fue uno de los primeros caídos durante la acción bélica. El último día de la vida de Andrés pudo reconstruirse con cierta precisión gracias a la ayuda de algunos documentos. Los más importantes de ellos fueron, sin duda, el Diario de Operaciones de su unidad y el de sus enemigos. La operación fue llevada a cabo íntegramente por la unidad de Andrés. El día 12 de junio, su sección realizó su primer ataque en la zona de Campillo contra las posiciones republicanas, sumando algunos fallecidos y bastantes heridos, siendo uno de los muertos el soldado Andrés. El parte de guerra republicano, de ese día, afirmó que se habían vuelto a ocupar algunas posiciones perdidas inicialmente, haciendo huir al enemigo, pero las unidades gubernamentales sufrieron numerosas bajas, entre ellas la del mayor de Infantería y jefe de la 109ª Brigada Mixta, Luís Pedreño Ramírez. Esta Brigada recibió su “bautismo de fuego” durante este combate en la Sierra de Argallén, cerca de la localidad de Higuera de la Serena (Badajoz).
 La última noche de vida del soldado de la 1ª Brigada Mixta “Flechas Azules”, Andrés, el 12 de junio de 1937, durmió al raso, pero estaba bien pertrechado para protegerse de la caída de las temperaturas nocturnas del fin de la primavera —su calzado y su ropa eran los adecuados y además se abrigó con el capote reglamentario—. No se oía ni una voz, ni un susurro. Solo el sonido metálico de fusiles, bayonetas, cascos de acero y cantimploras. Andrés cambia de postura para ajustarse las cinchas en los hombros, y mira al cielo. Olía a hierbas secas, encinas y a sudor de unos soldados que sabían que su vida estaba en peligro.
—Nunca he visto tantas estrellas brillar —le susurró Andrés a su amigo Francisco—. Si sobrevivimos a esta guerra, algún día recordaremos estos momentos. ¿Estás despierto?
—Anda, duerme y ni pienses más, nos van a llamar dentro de un rato —le contestó su paisano, que pese al cansancio le costaba conciliar el sueño—. Las noches en la guerra son diferentes.
—¿En qué piensas?
—Lo mismo que tú —respondió Francisco.
—¿A quién votabas antes del Alzamiento? —preguntó Andrés desvelado.
—Lo mismo que tú, a nadie: no tenemos los 23 años. Pero siempre votaré a las derechas —confesó Francisco.
—¿Chissaá che ore sono? —susurra alguien en italiano preguntando la hora y quejándose de la cháchara entre Andrés y Francisco—. Mi hai svegliato con i tuoi discorsi.
—Me he confesado…—no acabó la frase Andrés porque fue interrumpida por una voz silenciosa.
Andrés había dejado una carta en manos de un cura militar italiano. Una nota breve para sus padres: “Queridos padres, mañana entramos en combate. Me he confesado, por si acaso, me pasa algo. Os quiere vuestro hijo”.
—En pie, venga…Ha llegado la hora —dijo una silueta menuda y flaca, repetía la orden en voz baja —Formad en fila de a una.
—Arriba, arriba…
—Andando, y sin hacer ruido —dijo otro—. Los que quieran mear o plantar un pino que vayan ahora a los arbustos.
—¿Estamos lejos del frente? —preguntó alguien con voz entrecortada.
—Que os calléis, coño. Ya lo verás dentro de un rato —ordenó alguien en la oscuridad—. ¡Turuta!, no toques el cornetín, que tú eres de Talavera, y los de Talavera sois muy burros.
Los hombres de la brigada italiana se alinearon de rodillas agrupados por escuadras y pelotones. Habían caminado en la oscuridad, procurando no tropezar, con la única luz de las estrellas. Todos miraron al frente, adivinando que algo importante iba a pasar; estudiando el terreno por el que habían de cruzar. Se ajustaron el correaje y las cartucheras con munición para poder correr mejor los fatídicos quinientos metros al descubierto. Caminan en silencio, entre el resonar de bayonetas, cantimploras y platos de aluminio. El corazón de Andrés latía a gran velocidad y miró a su amigo Francisco. Todos tenían la vista puesta en la loma de enfrente, esperando una orden. Andrés besó la medalla que le regaló su madre y el escapulario que siempre llevada al cuello: “Queridos padres, mañana entro en combate. Me he confesado con el cura militar italiano. Os quiere vuestro hijo”, fueron las últimas letras que escribió.
Brigada «Flechas Azules» en Campillo de Llerena (Badajoz). 12 de junio 1937. Fuente fotográfica: Complejo museístico Guerra Civil en Campillo de Llerena (Badajoz).
A las cuatro y media de la madrugada, los efectivos republicanos del 436º Batallón de la 109ª BM, situados en aquella loma, se vieron sorprendidos por un fuerte ataque del ejército franquista en el que se encontraba Andrés. Tras un importante bombardeo aéreo y fuego artillero, la infantería y caballería franquista —que comenzaron a avanzar por un campo de encinas que enseguida empezó a ondular suavemente entre casas abandonadas y apriscos de pastores— atacaron las posiciones que ocupaban los soldados republicanos en las sierras de Ávila, Lázaro y Argallén: Retamal de Llerena era zona franquista, e Higuera de la Serena, zona republicana. El primer morterazo cae lejos y Andrés sigue avanzando, junto a Francisco. Ambos se miran asustados, indecisos, porque el estampido hizo saltar por los aires a una encina.
—¡No os agrupéis! —gritó alguien a sus espaldas—. ¡Separaos!
El siguiente impacto alcanza a un par de hombres que se desploman entre un matorral, alcanzados por las esquirlas de la metralla. La compañía de choque para dirigirse sola contra el enemigo. Después de un fuerte tiroteo, se oyen gritos de hombres al asalto.
 —¡Viva, Cristo Rey! —un grito de guerra sale de la garganta de un falangista mientras levanta la bandera.
—¡Armen bayonetas! —ordenó un oficial franquista— ¡Con cojones!
El enemigo se encuentra animándose a gritos unos a otros mientras su artillería sigue machacando las posiciones nacionales. Las ametralladoras republicanas disparan ráfagas a corta distancia y las balas zumban entre los oídos de Andrés, después pegan chasquidos en los arbustos haciendo volar sus ramas. No piensa, no siente nada. Solo mira. Corre y mira a Francisco. A un italiano que va delante, un impacto le atraviesa una pierna y cae angustiado —¡ay, oh mío Dio!, gritó—, mientras Andrés salta por encima para no tropezar con él. Milagrosamente vivo todavía, continúa el avance, sin volverse siquiera a mirar si Francisco sigue a su lado.
—Es imposible que esto dure mucho tiempo —se decía Andrés—. ¡Con tanta metralla suelta y que ninguna me toque a mí!
Lo mejor para Andrés hubiera sido que ese momento haber recibido un balazo leve a cambio de lo que sea, menos la vida; una mutilación, incluso. Era lo mejor posible en esas circunstancias, pero no sucedió. Nunca se vio tan atemorizado e impotente.
—¡Corred! —ordenaban los oficiales—. ¡Disparad hostias! ¡Tenemos a los rojos encima!
La cortina de fuego enemiga es tan intensa que parece imposible que aún haya gente de pie y corriendo. Algunos jóvenes de reemplazo se detienen y se tiran al suelo buscando el amparo de la tierra ondulada, simulando estar heridos o muertos. Otros siguen cayendo, cada vez hay más cuerpos inmóviles y gritan los heridos sin que se oigan sus voces, ahogadas por los zumbidos de las balas. El fuego republicano es infernal. Francisco mira desconcertado hacia atrás, buscando a Andrés, que acababa de ser alcanzado en la cabeza por una bala.
—¡Andrés! ¡Andrés! —gritó Francisco, que oyó gemir de angustia a su amigo—¡Camilleros! ¡Camilleros!
—No quiero morir aquí —fueron las últimas palabras de Andrés, mientras llamaba a su madre, que tenía el casco de acero atravesado por la metralla.
—Un sargento que vio caer a Andrés, se volvió y me dijo: “Voluntarios a morir conmigo” —recordaba Francisco.
—¡Viva España! —gritó el sargento, sin pararse a ayudar a Andrés—. ¡Haz caso a estos galones y corre conmigo!
—Yo los galones no los llevo en la manga sino en los cojones —le respondió el mateño.
—¡Corre, corre…!
—Casi nadie se detenía a coger a los heridos porque corrían ciegos de miedo, sin pensar en otra cosa que no fuera ponerse a salvo —recordaba Francisco—. Aunque era un sálvese quien pueda, yo me paré a ver morir a mi buen amigo. Después continué para salvar mi vida.
Francisco ya no pensaba, ni sentía miedo. No había tiempo para eso. Le daba todo igual. Después de la muerte de Andrés, ni siquiera le asustaba el sonido de las balas que zumbaban por todas partes: parecía un soldado veterano en vez de un joven recluta biberón. Tenía instinto y reflejos de luchador curtido en mil batallas; sin embargo, hacía tan solo unos meses estaba labrando la tierra de La Mata (Toledo), sin haber pegado un tiro en su vida.
 Aunque el ataque fue contenido durante un par de horas, y se llegó a la lucha cuerpo a cuerpo, el Batallón republicano hubo de replegarse y resistir otras nueve horas hasta que recibieron los refuerzos de la 16ª BM y 63ª BM y de otro batallón, de forma que se logró detener el avance enemigo ese día, aunque los franquistas estaban provistos de moderno material bélico y muy superior en número de fuerzas.
Una meseta, un valle, y un cerro de fondo por donde avanza la unidad republicana.
En la jornada del 13 de junio. Andrés ya no pudo luchar en la otra ofensiva con el mismo esquema del día anterior: una primera actuación de la aviación y la artillería, que se remata con la intervención de la infantería y la caballería. Es posible que Andrés muriera sin saber la arriesgada misión que le había sido encomendada. Finalmente, los atacantes lograron mejorar su situación inicial al tomar nuevas posiciones en las citadas sierras. Aunque el saldo fue negativo para las tropas republicanas, cayendo herido de muerte el teniente de la Plana Mayor Francisco del Castillo Álamo, los jefes militares felicitaron a los batallones 434º y 436º por su brillante actuación durante los combates de los días 12 y 13 de junio de 1937. De hecho, días más tarde el batallón 434º protagonizó un contraataque a las posiciones franquistas en esta misma zona que se saldó con un avance de cuatro kilómetros.
—Vamos a ganar…No sé si esta batalla en concreto, porque otras he visto pelear con coraje y perderlas; pero sí esta guerra. Vamos a ganar a los fascistas porque la razón y la Historia están de nuestra parte —arengaba un capitán republicano a sus soldados.
—Dicen que mañana entraremos otra vez en fuego —le comenta un soldado—. ¿Ha oído algo, mi capitán?
—Los primeros, como siempre —respondió el capitán con malas pulgas.
Ninguno dice nada más, pero todos saben lo que piensan los otros camaradas. Respetan al oficial, que es valiente y les trata con decencia, pero no les gusta. O no del todo. Estos jóvenes, que la metralla y la muerte han respetado hasta ahora, conocen las órdenes temerarias de su superior y su odio a Mussolini. Saben que daría todo por derrotar a los italianos y ganar la sierra de Argallén.
El plan de operaciones contemplaba el uso de dos grupos. El grupo de la izquierda tenía como objetivos la ocupación de Sierra de Ávila, con un golpe de mano nocturno. A continuación, la conquista de Sierra Lázaro atacando por la izquierda y flanqueando a los defensores hasta el Castillo de Canalón llegando al río Guadamez. El segundo grupo atacaría Sierra de Argallén, teniendo como objetivo inicial el Puerto de los Argallenes, la Casa de los Americanos y finalmente el Castillo de Argallén.
 Todos los objetivos se cumplieron, excepto la toma del Castillo de Argallén que será recuperado por las fuerzas de la República, los batallones de la 109ª y 63ª Brigada Mixta, el día 20 de junio.
El parte de guerra del Ejército del Sur sublevado del 12 de junio de 1937, en el Frente de Extremadura indicó que: “Fuerzas legionarias han ocupado brillantemente algunas posiciones a vanguardia de nuestras líneas en las Sierras de Ávila y Argallén, haciendo huir al enemigo que sufrió numerosísimas bajas y cogiéndole 35 prisioneros.
El día 13 de junio, continuó la lucha, además la violencia aumentó enérgicamente, y como consecuencia de ello, el 434º Bón entabló un duro combate con las fuerzas enemigas, y sobre las doce horas de dicho día, y por una bomba de la aviación enemiga, cayeron heridos el capitán jefe del Batallón, Timoteo Reboiro Giménez, y su comisario Santiago Aliques Bermúdez, y muerto el teniente de la Plana Mayor, Francisco del Castillo Álamo; tomando el mando accidental de la unidad, el capitán de la compañía de Ametralladoras, José Marco Gil; siendo posteriormente herido también, el teniente de la 4ª compañía, Enrique López Mendía, el cual se había hecho cargo a su vez, horas antes, de la de Ametralladoras, por haberse dado de baja el teniente Modesto Calle. Del aspecto político, al caer el comisario, se hizo cargo de la unidad, el Delegado de la 4ª compañía, Francisco Gutiérrez, continuando el combate hasta que fue relevado el batallón durante la tarde del mismo día. Durante el choque fueron dados como desaparecidos el teniente Salvador Galimany Berner y el Delegado político de la 2ª compañía, Carlos Martínez Romero. Tras el relevo, el jefe accidental recibió órdenes, para emprender la marcha hacia el pueblo de Malpartida de la Serena, vivaqueando en las inmediaciones del mismo en donde quedó en reposo, habiéndole ocasionado el combate a este batallón los muertos, heridos y desaparecidos.

Fernando Barrero Arzac

Lucha por la dignidad de los desaparecidos durante la Guerra Civil

 
 

 

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